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Editorial

Economía y Sociedad № 98
Enero - Marzo 2019

Capitalización: la revolución
chilena que recorre el mundo

En Chile, el sistema de capitalización individual ha significado la mayor creación de riqueza en beneficio directo de los trabajadores en toda su historia. En efecto, el capital generado por el sistema asciende a $250.000 millones de dólares y de ese capital de los trabajadores, un 72% ($180.000 millones de dólares) se origina en la capitalización de los aportes con interés compuesto y un 28% se debe a los aportes propiamente tales. El diseño decidido en 1980 de “rentabilidad resultante” (en vez de “rentabilidad ofrecida”, como por ejemplo operan los bancos) le ha permitido a los trabajadores captar la altísima rentabilidad del sistema lograda, en gran medida, gracias al crecimiento acelerado y la secuencia virtuosa de primero crear el sistema y después emprender las grandes privatizaciones de las entonces llamadas “empresas estratégicas”. Este capital representa el 90% del PIB; cabe aclarar que $ 210.000 millones de dólares están en los fondos de pensiones y $ 40. 000 millones de dólares en las compañías de seguros para cubrir las rentas vitalicias originadas por el sistema de capitalización. Este nuevo paradigma no solo creó un mercado de capitales, elevó la tasa de crecimiento económico y evitó la quiebra al Estado chileno. También creó un país de trabajadores-propietarios, debilitando así el motor de la “lucha de clases” marxista  y ayudando a la mantención en democracia del modelo económico de libre mercado.

En el mundo, el sistema de pensiones de reparto creado en 1881 por el príncipe Otto von Bismarck, el Canciller de Hierro prusiano, se dirige hacia una quiebra descomunal. El sistema bismarckiano rompe, a nivel individual, el nexo entre contribuciones y beneficios, en último término entre esfuerzo y responsabilidad, contrariando así la naturaleza humana y abriendo la puerta para la manipulación política, la evasión y los intereses creados. Además, el fuerte incremento de las expectativas de vida y la reducción de las tasas de fertilidad están destruyendo la viabilidad misma de los sistemas de reparto en todo el mundo. Como lo ha observado el ex Secretario de Comercio de los Estados Unidos Pete Peterson, “a menos que este sistema de pensiones de reparto se reforme radicalmente, el envejecimiento global se convertirá no sólo en el problema económico más trascendente del siglo 21, sino también en el problema político más importante”.

El sistema de capitalización chileno se ha convertido en un modelo para la verdadera revolución de las pensiones que está ocurriendo en el mundo. Treinta países ya han incluido la capitalizacion en sus sistemas de pensiones, como lo señaló el organismo supervisor del Social Security de EE.UU. (ver EyS Nº 89). 


En la década de los 90, diez países latinoamericanos siguieron el camino que inició Chile. En Mexico, los fondos de ahorro para la vejez acumulados ya equivalen al 15.1% del PIB. Un 45.6% proviene de los rendimientos que las AFORE han generado en los 21 años del Sistema de Ahorro para el Retiro, mientras que 54.4%  de los aportes. Gracias a esta reforma, 61.6 millones de trabajadores mexicanos se han convertido en propietarios de riqueza real al ser dueños de sus cuentas de ahorro para la jubilación. En Colombia hay 15,2 millones de colombianos con una cuenta de capitalización (ver “Colombia y la capitalización” por el expresidente Santos). El próximo país bien podría ser Brasil (ver “¿Quien es Paulo Guedes?”).

Tras la caída del Muro de Berlín, quince países excomunistas introdujeron la capitalización parcial en sus sistemas de pensiones. Dos países desarrollados ya han seguido el modelo chileno: Australia en 1992 (el “Superannuation”) y Suecia en 2001 (ver “Suecia y la capitalización”). Al introducir Hong Kong la capitalización el 2000 (ver “Hong Kong y la capitalización”), se acelera el proceso de China hacia este sistema.  En EE.UU. tanto el Presidente Clinton (ver “Estados Unidos y la capitalización”) como el presidente Bush se convencieron de su lógica y propusieron iniciarlo en la superpotencia.

El verdadero fantasma que recorre hoy a Europa no es el del comunismo sino aquel de la quiebra de sus sistemas de pensiones de reparto. Los trabajadores de los países de Europa continental son pasajeros de un Titanic pensional. Para el 2025, cerca de un tercio de la población de Europa calificará para pensiones públicas. En el 2032, en Alemania e Italia, cada jubilado tendrá que ser financiado para su jubilación por un trabajador, lo que requerirá intolerables impuestos al trabajo. Aún cuando los países de Europa continental están gastando, en promedio, 15% del PIB en pensiones públicas, hasta el presente solo han implementado medidas de parche. La crisis en Japón, el país más envejecido del mundo, es similar a la de Europa continental. 

El economista Deepak Lal ha denunciado que "la creación de gigantescos estados redistributivos en Occidente ha corrompido la política, llevando a que cada candidato a un cargo público luche por comprar votos con dinero ajeno”. Como ya se ha probado que una transición gradual es viable en un país europeo (ver “España y la capitalización”), cuando la quiebra sea un hecho en los grandes países (ya lo fue en Grecia), la solución de la capitalización estará en la mesa. 

Victor Hugo escribió que “nada es más fuerte que el poder de una idea cuya hora ha llegado”. La capitalización constituye la megatendencia del futuro. Y como afirmó Niall Ferguson, “el punto de inflexión comenzó en Chile”.

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