¡Detengan la locura constituyente!
(Extracto del Editorial de abril de 2020, Economía y Sociedad Nº 103)
Rendirse ante la violencia de la izquierda para crear una nueva Constitución desde “una hoja en blanco” es el error más grave que ha cometido un gobierno en los últimos 30 años.
Persistir en ese error en una situación económica y social agravada por la pandemia del coronavirus sería una verdadera locura política. Significaría 2 años de incertidumbre mientras una Asamblea Constituyente redacta una nueva Carta Fundamental y 20 años de estancamiento e inestabilidad social si en ella se debilitan los pilares económicos que han permitido 40 años de prosperidad (ver “10 pilares de la Constitución de la Prosperidad”, Economía y Sociedad Nº 102, Octubre-Diciembre 2019).
El deterioro económico provocado por el coronavirus es por esencia temporal. Pero el costo humano del proceso constituyente podría ser permanente y dramático pues truncará violentamente los sueños de los chilenos por continuar mejorando sus ingresos y su calidad de vida: adquirir la vivienda propia, tener más tiempo libre, acceder a los bienes tecnológicos, mejorar su educación con diplomados y magísters, iniciar un emprendimiento, planificar vacaciones en el exterior, y tantas otras experiencias que antes les eran inaccesibles. Todos estos sueños se postergarán y frustrarán a los millones de chilenos que han sido testigos de cómo Chile se convirtió en el país más exitoso de América Latina.
Lo más irracional es que este tremendo costo humano lo provocaría un proceso constituyente que nace debido a la confusión creada por una gran mentira histórica. Por 30 años, la clase política ha desconocido, incluso ocultado, que la actual Constitución hizo posible la exitosa transición pacífica a una democracia (ver “La Constitución redemocratizadora”). Que sus disposiciones fueron cumplidas estrictamente por el gobierno del Presidente Pinochet (ver “La Constitución respetada”). Que la Constitución reformada tras un gran acuerdo en 1989 fue aprobada por un 91% de los ciudadanos en un plebiscito ejemplar (ver “La Constitución plebiscitada”). Y que ella ha sido ajustada más de 300 veces usando sus propias normas y casi siempre con el voto unánime en el Congreso (ver “La Constitución perfeccionada”).
Nuestra propuesta concreta es detener el proceso constituyente en marcha. Desde ya hay tres causales que la ciudadanía comprendería perfectamente: el proceso nació viciado por la violencia, la regla acordada de “la hoja en blanco” es una insensatez y su prolongada y polarizada gestación provocará un daño adicional que puede ser mortal para la economía y la calidad de vida de los chilenos. El Congreso podría, dentro de este mismo año, hacer un esfuerzo extraordinario para perfeccionar la Constitución buscando acuerdos marcados por la racionalidad política y la amistad cívica.
Aunque Chile no podrá evitar estos meses de cuarentena económica debido al coronavirus, detener el proceso constituyente evitará una “cuarentena” de 2 años de la inversión y quizá una “cuarentena” de 20 años del crecimiento si, como es altamente probable, resulta una mala Constitución.
Si una ciudadanía angustiada pudiera enviarle un solo mensaje al gobierno y a la clase política, de seguro se sentiría interpretada por las palabras de Oliver Cromwell al sínodo de la Iglesia de Escocia el 5 de agosto de 1650: “Os imploro, por las entrañas de Cristo, que consideren que podrían haberse equivocado”.