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Tribuna

Economía y Sociedad № 99
Abril - Junio 2019

Votando con los pies

Por Richard Rahn, presidente del Institute for Global Economic Growth

Fuimos testigos de una triste escena en que el gobernador demócrata de Nueva York, Andrew Cuomo, le ruega al Presidente Trump reestablecer una exención impositiva que beneficiaba injustamente a los ciudadanos de Nueva York. Para reducir su carga tributaria, una gran cantidad de neoyorkinos está huyendo de la jurisdicción tributaria de Nueva York y trasladándose a la del Estado de Florida.

Adicionalmente a los impuestos federales, quienes viven en Nueva York pagan impuestos a la renta por encima de 12%, con lo cual la carga tributaria alcanza a un 50%. En contraste, Florida no cobra impuestos a la renta. Sin embargo, mientras Nueva York se hunde en medio de la deuda, Florida crece fuertemente con superávit fiscal.

Hace solo 50 años, la población de Nueva York cuadriplicaba a la de Florida. Hoy, con 21,5 millones, Florida supera a los 19,9 millones de Nueva York.

Por más de un siglo, Nueva York fue el Estado más rico y el de mayor población, con el mejor puerto natural del mundo. El río Hudson y el sistema de canales del Erie permitían a los neoyorkinos acceder a bajo costo a las materias primas para después vender productos manufacturados, transportados por ríos y canales, tan lejos como Minnesotta y, desde el puerto del río Hudson, a Europa y a todo el mundo. 

El oeste del Estado de Nueva York posee extensas tierras cultivables con abundante agua. Buffalo y sus alrededores fueron el centro neurálgico de la industria pesada con acceso a energía barata de las cataratas del Niágara. Rochester fue el “Silicon Valley” de hace 100 años donde nacieron empresas de alta tecnología de la época como Kodak y Xerox.

Nueva York es el hogar también de prestigiosas universidades que influenciaron el desarrollo de la ciencia, la cultura y los negocios. Según el último U.S. News Survey, la Universidad de Columbia en Nueva York -fundada en 1754- es la número 3 de Estados Unidos. Asimismo, Nueva York fue bendecida con numerosas maravillas naturales como el valle del río Hudson, los lagos Finger, las playas de Long Beach y las cataratas del Niágara, entre muchas otras. Nueva York lo tiene todo.

Pero la clase política “progresista” ha sometido a Nueva York a una maraña de regulaciones e impuestos que han destruido su potencial de crecimiento. Por ejemplo, Nueva York es rica en gas natural, pero sus políticos “progresistas”, en nombre del medio ambiente, no permiten utilizar la nueva tecnología de fracking para extraerlo a bajo costo. Así, Nueva York perdió su liderazgo poblacional, primero en favor de California, después de Texas y, ahora, de Florida que así se transformó en el tercer Estado más populoso del país.

A pesar de carecer de grandes universidades e instituciones culturales y políticas, Florida generó un ambiente donde las empresas pueden crear empleo y expandirse sin el peso de excesivas regulaciones e impuestos estatales. Así, Florida dejó atrás su estigma de Estado pobre para convertirse en uno de los más prósperos del país.

Los habitantes de Nueva York se preguntan por qué ellos deben pagar altos impuestos a la renta en un Estado en declinación, mientras los habitantes de Florida prosperan sin ningún impuesto a la renta; por qué ellos tienen el triple de deuda per cápita que sus conciudadanos de Florida y con una infraestructura decadente; por qué Nueva York sufre de déficit fiscal mientras Florida dispone de superavit; por qué el gobierno de Nueva York les impone el doble de impuestos per cápita comparado con Florida; y por qué los parlamentarios de Nueva York reciben mucho mejores remuneraciones que sus pares de Florida, a pesar de que su trabajo es deficiente. 

Pero cuando se trata de impuestos que coartan la libertad y servicios estatales que funcionan deficientemente, las personas, en vez de hablar, votan con sus pies y abandonan Nueva York en busca de un mejor futuro en Florida. 

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