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Dossier El Cascabel al Gato

Economía y Sociedad № 104
Julio - Septiembre 2020

Sistema de reparto: un “nuevo feudalismo”

Por Eduardo Frei Montalva, presidente de Chile (Mensaje a la Nación, 21.5.70; Extracto)

Persiste en el país una tendencia desproporcionada a favorecer aspiraciones ilimitadas, acompañada por una carrera sin freno en el ofrecimiento de ventajas, sin que exista conciencia de que, para colmar estas aspiraciones, es imprescindible un esfuerzo creador, mayor trabajo, mayor disciplina y más ahorro nacional que permita invertir y crear nuevas fuentes de trabajo indispensables para darle ocupación y destino a los nuevos contingentes de población que se incorporan a la vida nacional.

 

Otro factor íntimamente vinculado al anterior es el  que llamaría un nuevo tipo de feudalismo. Cada grupo, de acuerdo con su capacidad de presión, pretende exigir del país más de lo que éste puede dar,  sin importarle el bien común de toda la nación. Cada uno pretende obtener ventajas con desmedro de otros que no tienen la misma fuerza para negociar. Y siempre encuentran quienes  apadrinen  sus  exigencias sectoriales en detrimento del bien colectivo.

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Si esta nueva conciencia feudalista continúa predominando sobre los intereses colectivos, el país será progresivamente desgarrado, y a los antiguos intereses de clases o de personas se sucederán los de los grupos organizados que pueden estar en todas las categorías sociales y que muchas veces no miden hasta qué punto están hiriendo el interés del resto de los chilenos.

Una de las manifestaciones más extremas de este proceso es lo que ocurre en el campo de la previsión, cuya reforma, como lo he expresado muchas veces, resulta más difícil de impulsar que la propia reforma agraria.

Siendo Chile un pueblo joven, compuesto por jóvenes, se está organizando progresivamente para el descanso prematuro y la seguridad y los privilegios obtenidos por ley.

Si en el pasado un pensador chileno habló de la fronda aristocrática, hoy el país está amenazado por una fronda feudalista, con el riesgo de que, si cada sector coloca sus aspiraciones por encima del interés general, el diálogo democrático se transforma en una lucha de facciones. La interdependencia creciente de estas tendencias y su recíproca y progresiva infiltración amenazan con desintegrar el cuadro social y político.

Hemos luchado en estos dos campos en forma denodada. Sin embargo, contra la opinión de organismos técnicos insospechables, se han  dictado leyes sin financiamiento y otorgado beneficios imposibles de solventar sanamente. Las observaciones formuladas por el Gobierno han sido inútiles y se está llevando a la quiebra al sistema. Quiero  señalar que el solo monto del reajuste de los gastos previsionales de la Administración Pública subirá el próximo año de los dos mil millones de escudos, o sea, el equivalente a la inversión de cerca de dos Ministerios de Obras Públicas.

Estas son las causas de la verdadera crisis que han hecho imposible la solución de dos de los más graves y profundos problemas que están destruyendo las posibilidades reales del desarrollo social y económico de Chile: la inflación, que todo lo pervierte, y un sistema de previsión que nadie ignora que es insostenible para nuestra economía.

Por eso, mientras no se realice un cambio en la conciencia nacional proyectada desde las instituciones políticas, será imposible resolver estos dos problemas; y sin resolverlos será precaria nuestra estabilidad democrática.

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