“Bofetada de realidad”
El corporativismo identitario, la pulsión disolvente del orden republicano, la interpretación “woke” de nuestra historia nacional y la jerigonza posmoderna que vemos en el proyecto son inseparables de la Convención. Pero hay algo más importante que la Convención nunca se tomó en serio y que hoy les pasa la cuenta: la expectativa ciudadana no recaía solo sobre el texto final, sino también sobre el proceso. La mayoría de los chilenos esperábamos que la nueva Constitución fuera un lugar de encuentro ciudadano, una transformación del 80% de entrada en un 80% de salida que renovara los votos patrios. La famosa “casa de todos” que prometieron. Y lograrlo demandaba una actitud política muy distinta al adversarialismo faccioso. En buen chileno, se lo farrearon por fanáticos y abusadores. Es razonable que muchos chilenos no quieran aprobar algo nacido de la trifulca indecorosa y del engaño de falsos independientes y cupos reservados que no representan casi a nadie. El Rechazo es la bofetada de realidad que el presidente y su entorno necesitan”.
Pablo Ortúzar, investigador IES (El Mercurio, 15.7.22)
“No hay cerrojo”
Hay varias aseveraciones, si no eslóganes, en el contexto del proceso constitucional que requieren de un baño de realidad. Destaca la supuesta rigidez y extrema dificultad para modificar la Constitución de 1980, al punto de que algunos hablan de la existencia de un “cerrojo”. Comprobemos la inexistencia de tal cerrojo. En un estudio de sugerente título “Una Constitución larga es (sin duda) una mala Constitución: evidencia de los países de la OECD”, Tsebelis y Nardi ordenan las constituciones en función de dos ejes: rigidez y frecuencia de modificación. En este análisis, la Constitución de 1980 se demuestra como muy poco rígida, bajo Dinamarca, Francia, Finlandia, Noruega y Estados Unidos. Y también como una que se modifica con moderada frecuencia, bajo Suiza, Austria, Suecia y México. Desde 1989 nuestra Constitución ha sido reformada a través de 62 leyes que representan 289 modificaciones”.
Nicolás Balmaceda, abogado (El Mercurio, 10.6.22)
“Golpe a la libertad de enseñanza”
Un examen de las normas propuestas revela que los colegios gestionados por privados se verían severamente afectados si llegara a aprobarse la propuesta constitucional, y sus proyectos educativos se verían fuertemente intervenidos. Los convencionales eliminaron la norma que establece que “la libertad de enseñanza incluye el derecho de abrir, organizar y mantener establecimientos educacionales”. Sin esta garantía constitucional no existe efectiva libertad de enseñanza y se concretaría el predominio del Estado en la educación”.
Hernán Herrera, presidente nacional de Conacep (El Mercurio, 5.7.22)
“Error más garrafal”
En agosto de 2016, el actual presidente publicó en redes sociales una imagen con el siguiente texto: “Hoy estuvimos en el territorio liberado de Temucuicui con el lonko Víctor Queipul dialogando con su comunidad”. En la foto aparece un Gabriel Boric enarbolando la bandera mapuche. Si alguien dice “territorio liberado”, surge de inmediato una pregunta: ¿liberado de qué? La única respuesta posible: del Estado chileno. Pocos meses después fue imposible ingresar a Temucuicui para efectuar el censo. El Frente Amplio asumió un discurso que ve al Estado como una instancia opresora, de la que debemos emanciparnos cuanto antes. Mi intuición es que se trata del error más garrafal que haya cometido la izquierda en varias décadas. Si el Presidente no es capaz de dotar de legitimidad a la autoridad del Estado, no habrá solución alguna al problema mapuche, ni a ningún otro. En medio de la violencia, será imposible siquiera esbozar un camino de salida”.
Daniel Mansuy, profesor U. de los Andes (El Mercurio, 29.5.22)
“Plurinacionalidad artificial”
Esa declaración bolivariana de “plurinacionalidad”, por decir lo menos, es chocante, artificial. En la estela del estallido, la sarta de lugares comunes vociferados como realidad incuestionable ha inundado un tanto a la Carta propuesta. Pero la nación chilena no contiene otras naciones; la araucana o mapuche jamás lo ha sido, para no hablar del resto. Sí es evidente que son sociedades, aunque dentro de sus características propias -muy permeadas por la experiencia social y cultural del Estado nacional chileno- no alcanzan el grado de “nación”. Lo plurinacional lleva consigo el intento de crear segmentación nacional. Una nación dentro de otra, en un país que en términos comparativos es bastante homogéneo, es invitación a poner en crisis la cuestión de las fronteras, una cruz destacada en nuestra historia. ¿Para qué?”.
Joaquín Fermandois, presidente de la Academia Chilena de la Historia (El Mercurio, 26.7.22)