Economía y Sociedad № 104
Julio - Septiembre 2020
Los libertarios y la esclavitud
Por David Boaz, vicepresidente del Instituto Cato (The Huffington Post, 11.2.15; Extracto)
La gran cruzada libertaria de la historia fue la lucha para abolir la esclavitud que en el siglo XIX se manifestó en el heroico establecimiento de pasajes y casas de seguridad que en Estados Unidos ampararon el escape de los esclavos a los Estados en que eran libres y en la guerra civil que terminó definitivamente con la esclavitud. No es un accidente que el movimiento abolicionista surgiera y se alimentara de la expansión de la Revolución Industrial y de los ideales de la Revolución de Independencia norteamericana.
¿Cómo podrían los norteamericanos proclamar que “Todos los hombres son creados iguales, dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables”, como establece la Declaración de Independencia, si mantenían a otros hombres y mujeres bajo esclavitud? Las ideas de la Revolución de la Independencia norteamericana -libertad del individuo, derechos naturales y mercados libres- derivó lógicamente en la lucha por extender los derechos civiles y políticos a los excluidos de la libertad.
En la medida que en Estados Unidos se expandía la libertad, Europa comenzó a atacar la esclavitud. Durante los debates en el parlamento inglés respecto de compensar a los dueños de esclavos por la pérdida de su “propiedad”, el libertario Benjamín Pearson replicó que “pensaba que deberían ser los esclavos quienes fueran compensados”.
En los Estados Unidos, el movimiento abolicionista fue naturalmente liderado por los libertarios. Los argumentos que usaron se basaban en las ideas de John Locke. William Lloyd Garrison escribió que el objetivo no solo era abolir la esclavitud sino “emancipar a toda la raza humana del dominio de la fuerza bruta”.
También, Frederick Douglass utilizó la idea de los derechos naturales del liberalismo clásico para promover la abolición de la esclavitud. Después de la Guerra Civil norteamericana, Douglass continuó la lucha en el sur de Estados Unidos donde se resistían a aplicar las nuevas disposiciones constitucionales que abolían la esclavitud.
Al tiempo que los colonos mejoraban su entendimiento de sus derechos naturales en su lucha por las injusticias de Inglaterra hacia sus colonias, la abolicionista Angelina Grimké escribió en una carta en 1837: “He descubierto que la causa antiesclavitud es una escuela extraordinaria de alta estatura moral que permite comprender en toda su profundidad los derechos individuales”.
Locke, Garrison, Douglass y muchos otros luchaban por las bases éticas del liberalismo, por el respeto a la dignidad de cada persona. Esto se expresa claramente en lo señalado por Kant de que todo individuo no puede ser tratado como un medio, sino como un fin en sí mismo.
Parte esencial del progreso experimentado por los Estados Unidos ha consistido en extender las promesas de la Declaración de Independencia sobre el derecho a la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad a cada vez más personas.
El énfasis de la Ilustración en el individuo, la naturaleza personal del capitalismo y la demanda por derechos individuales que inspiró la Revolución por la Independencia norteamericana, inclinó a los líderes norteamericanos a reconocer que la dignidad y los derechos individuales deben ser extendidos a todas las personas sin distinción. El respeto por la dignidad de cada persona es el fundamento moral del progreso social.