top of page
Dossier Magna Mistake

Economía y Sociedad № 110
Agosto 2022

“Fin de la Nación”

Por Sofía Correa Sutil, historiadora (El Mercurio, 24.6.22; extracto)

El texto constitucional redactado por la Convención ha dejado subsistir el Estado pero ha suprimido la nación chilena, para instalar en su lugar a once naciones indígenas en territorios propios y autónomos. El texto constitucional consagra el carácter plurinacional de Chile, rompiendo con una larga historia, de más de dos siglos, en la cual hemos conformado una nación común para todos sus habitantes.

Su rasgo fundamental ha sido su carácter plural, su configuración desde la diversidad, dado la enorme variedad de personas incorporadas a ella. La unidad de la nación chilena tampoco ha sido obstáculo para incorporar a quienes se reconocen como indígenas. Hace un siglo, en 1924, fue elegido el primer diputado mapuche, y hasta el 73, siguieron su huella ocho más; también los hubo ministros de Estado. Con la recuperación de la democracia, Francisco Huenchumilla, abogado, quien se autoidentifica como mapuche, ha llegado a ser alcalde, intendente, subsecretario, ministro de Estado, diputado y senador. Yasna Provoste, quien se reconoce como diaguita, ha sido gobernadora, intendente y ministra de Estado, diputada y senadora, ocupando la testera del Senado, y candidata presidencial por uno de los partidos políticos más influyentes de Chile.

Sin embargo, la nación chilena, donde todos caben, ha sido sepultada en el texto constitucional. Se ha declarado en cambio la plurinacionalidad con al menos once pueblos indígenas, pudiendo ser más a futuro, a los que se les lleva a la categoría de naciones.

A la nación indígena se pertenece según la raza. “Una sola sangre” proclamaba un lienzo en la reciente presentación del libro de Llaitul. Se trata de una concepción excluyente y esencialista de la nación. Además trae consigo una dimensión territorial. Cada territorio indígena contará con autonomía política, administrativa y financiera, y con sistemas judiciales diferenciados, en los cuales se aplicará justicia según las normas consuetudinarias de cada pueblo.

La plurinacionalidad con pluriterritorialidad traerá consigo una espiral de violencia. Basta con imaginar la delimitación de los territorios de las naciones raciales indígenas, o los problemas que se levantarán entre el pueblo chileno no indígena y quienes se definan racialmente (“una sola sangre”) en los territorios que controlan. Posteriormente, no será posible reformar este aspecto esencial pues, según la Constitución propuesta, las naciones indígenas tendrán derecho a veto ante cualquier norma que las afecte.

 

bottom of page