El futuro del trabajo (3)
Por Jerry Kaplan, profesor adjunto de inteligencia artificial en Stanford University
(Extracto, The Wall Street Journal, 21.7.17)
Harán los robots todo mejor que nosotros? Si la inteligencia artificial es ya tan hábil que puede manejar un auto, identificar una cara, ganar al campeón mundial de Go y detectar lesiones cancerosas, ¿no sería capaz de hacer prácticamente todo lo que una persona puede hacer?
No. No, porque todas estas tareas están muy lejos de reemplazar a la inteligencia y sensibilidad humanas. Todas estas tareas tienen en común lo que se conoce como “deep learning”: máquinas y robots diseñados para encontrar a gran velocidad patrones comunes entre una enorme cantidad de datos. La aplicación en su teléfono, como snapchat, que pone orejas de conejo a su selfie no sabe absolutamente nada de usted. Simplemente, identifica bytes en su cara y determina, a través de un algoritmo “inteligente”, el punto preciso de su cara donde ubicar las orejas.
La inteligencia artificial no es una amenaza a la primacía de la inteligencia humana. Los robots no son personas mecánicas. Los robots son parte de una nueva etapa de automatización que, como otras, reducen la necesidad de trabajo humano, aumentan nuestra productividad e incrementan las utilidades de las empresas. Estas mayores utilidades, por efecto de la competencia, significan mayores salarios para los trabajadores, cuya productividad ha aumentado, y menores precios para los consumidores, cuya demanda por servicios ha aumentado también.
A su vez, esta riqueza adicional creada por la automatización, por los robots, incrementa la demanda por antiguos y nuevos productos y servicios, que compensan los trabajos perdidos, creando aún más empleo.
La historia muestra que siglos de progreso y automatización, y a pesar de las advertencias apocalípticas de un futuro con desempleados, el empleo total y las remuneraciones continúan creciendo. Sin duda la tecnología destruye empleos en algunas industrias, pero crea más empleo y más productivo en el resto de las industrias existentes y en nuevas industrias creadas por la misma tecnología. ¿Quién se acuerda de los ascensoristas?
En la medida que gracias al avance tecnológico de la humanidad nuestra riqueza aumenta, aumenta también la proporción de nuestros ingresos dedicados a servicios personalizados. Y esta es el área de la economía donde la atención personal, la interacción cara a cara y la aplicación de habilidades humanas son críticas para dar valor al servicio prestado.
Los hoteles lujosos no son caros porque son más eficientes, sino porque su personal es más atento. Las personas pagan más por un cafe latte que pueden mirar hacerlo que un café entregado por una máquina expendedora automática.
Nuestro mayor ingreso hecho posible por la inteligencia artificial y el progreso tecnológico, lo gastaremos en viajes, ropa, restaurantes, entradas a conciertos y en una infinidad de servicios que aumentarán la demanda por asistentes de vuelo, hoteleros, guías turísticos, barmans, paseadores de perros, sastres, chefs, instructores de yoga, aún cuando la inteligencia artificial reduce la necesidad de choferes y trabajadores de fábricas.
La ironía de esta era de inteligencia artificial consiste en que podría generar una edad de oro para los servicios personalizados.
Si la historia es una guía al futuro, la inteligencia artificial no significará el fin del trabajo como lo conocemos, sino que cambiará la forma en que vivimos y trabajamos, mejorará nuestra calidad de vida y transformará los empleos desde una categoría a otra en el conocido ciclo capitalista de destrucción creativa.