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Hijos del Modelo

Economía y Sociedad № 100
Julio - Septiembre 2019

Chile, bendito modelo

Por José Francisco Cuevas, magister en Economía, Universidad Andrés Bello

Gracias al modelo y a las reformas liberales iniciadas en 1975, mi padre pudo emprender en el año 1983. No poseía patrimonio, pero formó una empresa constructora, vigente hasta hoy.

En la constructora, donde también participo como Gerente Comercial, he visto la movilidad social en primera persona. Los hijos de nuestros trabajadores, jornaleros y carpinteros, son primera generación en la universidad. Gracias al esfuerzo de sus padres, lograron surgir y la gran mayoría adquirió auto y casa propia, entre muchos otros bienes vedados para sus padres a la misma edad.

Muchos de nuestros trabajadores no terminaron la enseñanza media y provienen de los quintiles más pobres, pero tuvieron la oportunidad de progresar con nosotros, la aprovecharon y surgieron para darle un futuro sustancialmente mejor a sus hijos.

Mi padre es constructor civil y mi madre ingeniera en geomensura. Ninguno era pobre, pero gracias a su esfuerzo en formar y administrar la constructora lograron sacarnos adelante, con todas las dificultades que tiene para una familia típica chilena.

Mi padre fue siempre contratista Pyme, con altos y bajos. La generación de mis padres vivió el desastre de la Unidad Popular, con el desabastecimiento generalizado y precios inalcanzables, que los obligó a vivir con lo mínimo, como en un país en guerra.

Mi madre, si bien también trabajó y apoyó a mi padre en la constructora, estuvo siempre presente en nuestra educación. Tuve problemas de aprendizaje pues era tartamudo. Sin su dedicación y su compañía, no sería ingeniero comercial.

Nací en la Clínica Central en 1981, el menor de tres hermanos. Mis estudios básicos y medios los realicé en los tradicionales colegios Instituto Alonso de Ercilla y La Salle. No estuve en los mejores colegios y tampoco nací en la mejor clínica, pero en relación a mis padres tuve mejor acceso a educación y salud.

Escribiendo esta columna me doy cuenta de muchos fenómenos que explican de manera gráfica el progreso obtenido por los chilenos gracias al modelo. Mis hijas van a un colegio mejor al que fui yo. Nacieron en una clínica mucho más prestigiosa que donde yo nací. Comen alimentos de mejor calidad que yo. Tienen mejor manejo del inglés, acceso a mayor tecnología y a bienes y servicios que yo jamás imaginé.

También tuve más oportunidades que mis padres en la educación superior. Gracias a la creación de las universidades privadas, tuve una amplia gama de carreras y universidades donde elegir. Mis profesores en su inmensa mayoría habían estudiado posgrados en el extranjero lo que amplió mis horizontes con desafíos más exigentes.

He aprovechado las oportunidades. Cuesta ser profesional, cuesta destacarse. Pero el modelo económico chileno permite progresar a quienes estén dispuestos a sacrificarse. Gracias a la apertura al mundo, he escrito columnas para Posición Perú, un diario digital peruano, El Dínamo, La Nación; he podido emprender e impartir docencia, algo muy gratificante, y he participado en programas de radio en Estados Unidos. También he tomado cursos online en las mejores universidades del mundo para perfeccionarme a distancia, a una fracción del costo y del tiempo que significaría cursar un posgrado en Chile.

Jamás pensé escribir una columna para esta revista, cuyo Director es uno de los economistas más respetados en América Latina y el mundo, además de uno de los líderes de la revolución liberal chilena que comenzó en1975.

Escribo este testimonio porque la izquierda quiere desmantelar el modelo para reemplazarlo por un esquema socialista, con el cual nadie ha progresado en ningún país del planeta.

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