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Tribuna

Economía y Sociedad № 106

Enero - Marzo 2021

Boom Salmones, hijo del modelo

Por Carlos Gómez, MBA Universidad de Chicago y profesor universitario

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Las primeras ovas de salmón se introdujeron en Chile a comienzos del siglo XX. El salmón, que no era una especie nativa chilena, encontró aquí el ecosistema perfecto para reproducirse. Pero fue la transformación económica del país producida a partir de 1975, que consolidó los derechos de propiedad y abrió los mercados de capitales para financiar el crecimiento, la que revolucionó la industria del salmón. Entre 1990 y 2019, la producción creció 34 veces, de 29.000 toneladas a 990.000 toneladas, equivalente a una tasa de crecimiento de 12% anual durante 30 años. Después de Noruega, Chile es hoy el segundo productor de salmones y truchas del mundo que abastece al 30% del mercado mundial. En 2020, entre ambos países producen el 85% del consumo de salmones y truchas del mundo.

En 2019 las exportaciones de salmón alcanzaron el récord histórico de $5.100 millones de dólares. Los salmones son la segunda exportación del país después del cobre y el mayor producto alimenticio exportado por Chile, seguido por las cerezas con $1.564 millones de dólares y el vino embotellado con $1.520 millones de dólares. Los salmones y truchas representan el 14% de las exportaciones no cobre.

La “revolución azul” del salmón, como lo denominó The Economist, es parte de otra revolución de los alimentos que está convirtiendo a Chile en potencia alimentaria mundial. Entre 1980 y 2019, la exportación chilena de alimentos creció 32 veces, desde $540 millones de dólares a $17.000 millones lo que ubica a Chile en el puesto 17 entre las naciones que más alimentos exportan junto a Estados Unidos, China, Nueva Zelandia, Australia y Holanda, entre otros. De la exportaciones totales de alimentos chilenos, el salmón representa el 30%. Los principales países que compran el salmón chileno son Estados Unidos con el 36% y Japón con el 22%.

Junto a California, al sur de Europa, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelandia, Chile nació con la ventaja comparativa de un clima mediterráneo para producir alimentos. La cordillera, el desierto y el mar que lo rodean son barreras fitosanitarias naturales, ideales para producir alimentos. La contraestación respecto del hemisferio norte, que es el consumidor más grande del mundo liderado por Estados Unidos y China, es también una ventaja extraordinaria para exportar en las épocas de baja producción en ese hemisferio.

Empresas chilenas y extranjeras invierten en una industria de alto riesgo como la salmonera, aprovechando las ventajas comparativas adicionales que tiene Chile para criar salmones: sitios protegidos como fiordos, archipiélagos y lagos, de agua dulce y de mar; aguas libres de contaminación y alimentos en abundante cantidad, con mayor luminosidad en invierno y con temperaturas más templadas. Otra ventaja desarrollada en el tiempo, gracias a la creación y expansión de las universidades y centros de formación técnica privados, es la formación de capital humano calificado. A esta se suman un estricto control de calidad y un profundo y sofisticado mercado de capitales que impulsó a empresas chilenas y extranjeras a financiar la expansión del cultivo del salmón por el sur de Chile.

Entre 1990 y 2019, el consumo de pescado a nivel mundial creció a un promedio de 4,5% anual, es decir, se dobla cada 15 años. Como la población mundial crece a un ritmo anual menor, de 1,6%, el consumo per cápita de pescado ha aumentado de 14,4 kg. por persona en 1990 a 20,5 kg. por persona en 2020.

La mayor parte del crecimiento del consumo de pescado es en salmón y trucha por sus cualidades de superalimentos. En efecto, el salmón es uno de los  alimentos más nutritivos que existen. Protege contra las enfermedades del corazón al proveer Omega3 a la sangre, controla eventos depresivos y retrasa la pérdida de memoria en adultos mayores; reduce la oxidación de LDL, el colesterol “malo”, y aumenta la de HDL, el colesterol “bueno”, porque contiene el antioxidante Astaxanthin que le provee el color rojizo y protege, al combinarse con el Omega3, de inflamaciones al cerebro y al sistema nervioso; provee proteínas de alto nivel nutritivo; repara el ADN con la vitamina B  y reduce el riesgo de cáncer; protege la solidez de los huesos y controla la retención de líquido por el aporte de potasio y selenium.

El aumento de la demanda de superalimentos continuará en las próximas décadas por el crecimiento del ingreso por persona, los mayores niveles de urbanización, la preferencia por lo orgánico y la creciente conciencia por la alimentación saludable que prolongue los años de vida.

La principal fuente de pescados y mariscos en Chile y el mundo es la acuicultura que ya provee la mitad del consumo. La pesca extractiva se ha reducido sustancialmente por la disminución y el agotamiento de los peces en los océanos. Siguiendo la tendencia mundial, la producción pesquera de Chile aumentó de 2,6 millones de toneladas en 1979 a un máximo de 8,1 millones en 1997 para caer a 3,5 millones en la actualidad. La acuicultura, que era inexistente en la década de los 80, hoy representa el 40% de la producción pesquera nacional. De esta participación, el 90% lo explica el salmón y la trucha con 700.000 toneladas de Salmón del Atlántico, 200.000 de Salmón del Pacífico y 80.000 de trucha arcoiris.

La pesca extractiva, en Chile y en el mundo, artesanal e industrial, continuará estancada o decreciendo por el progresivo agotamiento de los peces en los océanos. Pero la acuicultura chilena continuará creciendo por los enormes espacios marítimos y lacustres disponibles en la Patagonia, particularmente en Aysén y Magallanes.

Cultivar salmón y trucha en los mares del sur es una empresa de alta tecnología. El “internet de los salmones” permite conectar sensores inteligentes entre sí, los que a su vez transmiten vía satélite, desde los pontones o criaderos en movimiento en medio del mar, de difícil y costoso acceso para los humanos, información en línea sobre los vientos, la salinidad, las corrientes y la disponibilidad de oxígeno y alimentos. Desde computadores que pueden ubicarse en el otro extremo del globo, es posible utilizar esa información para, a la distancia, inyectar oxígeno o pellets alimenticios a los salmones en el momento y en la dosis precisa según las condiciones del momento. Los así llamados “pontones inteligentes”, que por su ubicación en altamar o en zonas lacustres alejadas de las costas, carecen de conectividad de internet, se conectan con un sistema de control denominado “Smart Tank” al satélite disponible para transmitir la información crítica para el crecimiento de los salmones las 24 horas del día, todos los días del año.

A su vez, el AutoTraking resolvió el serio problema de estabilizar los sensores para que estén siempre conectados al satélite, sin importar el oleaje y el movimiento de los pontones que antes cortaba la comunicación. Con inteligencia artificial incorporada a los sensores, los operadores visualizan el comportamiento de los peces en los pontones para tomar decisiones claves y oportunas de alimentación o salud, que son los costos más importantes del cultivo de salmones.

Hacia adelante, la tecnología permitirá robotizar completamente el proceso de recepción, clasificación y procesamiento de los salmones en las plantas. Por ejemplo, ya existen robots que clasifican los salmones según los diferentes estándares de importación de cada país y lo filetean en forma precisa, manteniendo una trazabilidad exacta que es clave para garantizar la calidad en los exigentes mercados de exportación. También robots podrán en el corto plazo realizar la peligrosa labor que hoy efectúan buzos especializados de reparar las redes que circundan los pontones y otorgan seguridad a los salmones de ataques o contaminaciones desde el mar externo, además de impedir que se escapen.

El impacto económico y social de la acuicultura es sustancial al generar en torno a 50.000 empleos directos e indirectos en la región de Los Lagos y en la Patagonia. La acuicultura creó un “cluster del salmón” en el sur de Chile con un encadenamiento productivo de gran magnitud que involucra a miles de empresas, la mayoría pymes, que prestan servicios de transporte, procesamiento de datos, carga marítima, administración, telecomunicaciones, servicios digitales, investigación y desarrollo universitario, entre otros. Solo en la región de Los Lagos, el 70% de las empresas registradas tienen como razón social “Servicios relacionados con la Acuicultura”.

A diferencia de la mayoría de las industrias chilenas, y excepto 5 empresas con su sede principal en Santiago, las 20 empresas salmoneras responsables del 80% de la producción tienen sus casas matrices en Puerto Montt o en alguna ciudad del Sur, lo que refuerza el vínculo entre ellas y las comunidades de las cuales depende la industria del salmón.

Varias empresas salmoneras transan sus acciones en la Bolsa de Comercio. Entre ellas destacan Multifoods, con un 23% de propiedad de Mitsui de Japón, con $450 millones de dólares de capitalización bursátil; Camanchaca, controlada en un 52% por Jorge Fernández Valdés, con $316 millones de dólares y su filial Salmones Camanchaca, cuyo 30% está listado en las bolsas de Santiago y Oslo, con $400 millones de dólares. Hasta 2019 transaba también en Bolsa la salmonera Australis, controlada ahora por Legend Group de China, quien compró a Isidoro Quiroga su participación controladora en $880 millones de dólares y, mediante una OPA, al resto de los accionistas minoritarios. También hasta 2019 transaba en Bolsa AquaChile, controlada por los hermanos Fischer, quienes la vendieron en $850 millones de dólares a Agrosuper que, junto a su producción propia, se convirtió en el segundo productor de salmón más grande del mundo con 200.000 toneladas anuales.

Como cualquier actividad productiva humana, la acuicultura enfrenta desafíos medioambientales vinculados a la expansión de virus entre cultivos, resistencia de los salmones a los antibióticos, manejo de desechos y contaminación visual de lagos y mares. Sin embargo, como fuente animal de proteínas, la acuicultura posee una ventaja ambiental sustancial respecto, por ejemplo, de la ganadería ovina y porcina. Según el World Resource Institute, la producción de 1 tonelada de proteína proveniente de la acuicultura conlleva descargar al mar 273 kilos de Nitrógeno, mientras la ganadería ovina descarga 1.200 kilos y la porcina 800 kilos. La acuicultura consume 40,4 m3 de agua por kilo de proteína mientras la ganadería ovina consume 112,5 m3. Adicionalmente, el informe “Blue Frontiers: Managing the Environmental Costs of Aquaculture”, así como los estudios de Brooks (2007), entregan evidencia contundente respecto de las ventajas ambientales de producir proteína originada en el salmón respecto de la proteína proveniente de los ovinos. Por ejemplo, mientras producir 2.500 toneladas de carne ovina requiere 3.500 hectáreas, producir las mismas toneladas de carne de salmón requiere solo 1,6 hectáreas de mar.

El virus ISA (“Infectious Salmon Anemia”) que causa anemia grave en el salmón del Atlántico con una mortandad de hasta 95%, surgió en Chile en 2007 expandiéndose rápidamente por las plantas de cultivo debido a su cercanía entre sí y al desconocimiento en ese entonces de cómo prevenir las enfermedades infecciosas. El virus colapsó la producción de salmón la que en los 4 años siguientes cayó en un 70%. Este violento golpe a la industria generó cambios radicales en la administración de las compañías salmoneras y de sus plantas de cultivo, así como importantes modificaciones regulatorias y sanitarias destinadas a prevenir una nueva ocurrencia viral.

Hacia el futuro, la creciente demanda mundial por proteína animal y por alimentación saludable, constituyen una oportunidad para que la acuicultura chilena del salmón, el superalimento más nutritivo y saludable del planeta, consolide su liderazgo mundial y contribuya en forma sustancial a convertir a Chile en la próxima potencia alimentaria del mundo.

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