top of page
Cuarta Época

Economía y Sociedad
4 de Julio 2004

1776: el poder de las buenas ideas

Por José Piñera

El documento fundacional de Estados Unidos -La Declaración de Independencia- fue aprobado un 4 de Julio como hoy, pero en 1776.
 

Es una coincidencia maravillosa que ese mismo año se haya publicado -al otro lado del Atlántico- el libro fundacional de la economia libre, "La Riqueza de las Naciones" del filósofo moral y economista Adam Smith.
 

Y es una ironía histórica que ese mismo 4 de Julio el monarca inglés Jorge III anotara en su diario de vida: "Nada de importancia hoy día".

El texto original de la Declaración fue redactado por Thomas Jefferson, revisado por Benjamin Franklin y John Adams, y finalmente aprobado por la unanimidad de los 56 representantes de las trece colonias. Cinco de esos 56 hombres que firmaron la Declaración fueron capturados por los ingleses, acusados de traición y fusilados. A doce les saquearon sus casas antes de quemarlas. Dos perdieron a sus hijos luchando en el Ejército Revolucionario y a otro le capturaron dos hijos. Nueve de los 56 lucharon y murieron en la Guerra de Independencia. Los firmantes no eran agitadores profesionales ni demagogos que no tenían nada que perder. Por el contrario, 24 eran abogados, 11 eran comerciantes y 9 eran propietarios de tierras agrícolas. Eran hombres educados y de buena situación económica. Pero firmaron la Declaración sabiendo muy bien que, si eran capturados, la pena era la muerte. Esos hombres tenían bienestar, pero valoraban aún más la libertad.

United_States_Declaration_of_Independence.jpg

Facsímil de la versión manuscrita de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos 

​La Declaración de Independencia es la "partida de nacimiento" de la epopeya americana. Una década más tarde, James Madison, el mejor discípulo de Jefferson, tradujo estos principios en una Constitución que ha sido el otro pilar estable y fundamental de la exitosa experiencia de los Estados Unidos.
 

Lo mejor de la Declaración es su Preámbulo, el cual, con rigor geométrico, establece la base filosófica y moral del nuevo país. Las ideas claves -y entonces revolucionarias- son que los hombres nacen libres e iguales ante la ley, y que constituyen Gobiernos entre ellos para proteger mejor sus derechos inalienables -concedidos por el Creador- a la "vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad".
 

Cuánto mejoraría el mundo si cada vez que una autoridad política pretendiera emitir un decreto o aprobar una ley se preguntara: "¿es esta acción realmente necesaria para proteger alguno de esos derechos?". Si cada ciudadano leyera diariamente la prensa con esta perspectiva, se daría cuenta de que la mayoría de las propuestas que se hacen sobre políticas públicas no pasan este "filtro". Creo que en la confusión sobre esta materia estriba la causa principal de la pobreza en el mundo, pues en su afán por hacer de todo, los Gobiernos no solo coartan la libertad y la iniciativa de los ciudadanos, sino que ni siquiera cumplen bien sus roles legítimos y esenciales.
 

Gran parte del texto de la Declaración es una enumeración detallada de los atropellos y violaciones legales en que habría incurrido el rey Jorge III. Como lo señalé en mi ensayo "Nunca Más. Cómo la violencia política quebró la democracia chilena" (completo en español, inglés e italiano en www.JosePinera.com), este listado es conceptualmente semejante al que hiciera el Acuerdo de la Cámara de Diputados de Chile del 22 de Agosto de 1973 detallando las veinte violaciones constitucionales y legales en que había incurrido el presidente Allende.
 

A diferencia de los impulsores del Acuerdo chileno (que nunca publicaron su texto en el exterior), los redactores de la Declaración explícitamente destacan que uno de sus objetivos era informar al mundo las razones que impulsaban a las colonias a independizarse del control político británico ("let the facts be submitted to a candid world").
 

Fue una tragedia que los delegados de las colonias de Georgia y Carolina del Sur condicionaran su firma y, por lo tanto la viabilidad de todo el proyecto independentista, a la remoción de la acusación, que Jefferson había incluido en su borrador, de que Jorge III había "emprendido una guerra cruel contra la naturaleza humana" al introducir la esclavitud en las colonias y permitir el tráfico de esclavos. Al excluir este tema, los delegados del Sur no evitaron que la fuerza del maravilloso, y entonces sorprendente, enunciado de la Declaración, "todos los hombres nacen iguales", llevara a su conclusión lógica e inevitable, pero sí prolongaron el horror de la esclavitud por casi un siglo, y sembraron la semilla de la sangrienta guerra civil que fue necesaria para cerrar esa herida.
 

Siempre me ha impactado lo inmensamente doloroso que debe haber sido este compromiso para hombres tan íntegros como Jefferson, Franklin y Adams. Pero ellos tenían la madurez política y el coraje moral como para comprender que en la vida no siempre se pueden obtener todos los objetivos simultáneamente y que los hombres públicos actuan en contextos imperfectos. El test relevante es si son capaces de crear dinámicas que conducen, al final del día, a mundos mejores para todos. Y ese test lo superaron con creces los Padres Fundadores de los EE.UU.
 

En fin, considero a la Declaración de Independencia el documento político más importante en la historia de la humanidad por cuanto ella proclama, de manera extraordinariamente lúcida, principios que, aplicados en un país concreto, lo han convertido en la nación más libre, próspera y poderosa de la Historia, y que por ser principios universales tienen validez en todo el mundo.
 

Y porque demuestra el inconmensurable poder de las buenas ideas.

bottom of page