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Tribuna Mundo

Economía y Sociedad № 91
Mayo - Julio 2017

Piketty equivocado

Por Deirdre McCloskey, profesora distinguida de economía e historia, Universidad de Illinois, Chicago

Si incluimos  el capital humano, son los propios trabajadores los dueños de la mayor parte del capital de una nación. Y así, el drama de la desigualdad de Piketty se cae a pedazos. La izquierda siempre se olvida del evento más importante de los últimos dos siglos: el Gran Enriquecimiento a nivel mundial de la clase media y la disminución dramática de la pobreza.

La teoría de Piketty es que el retorno sobre el capital habitualmente excede la tasa de crecimiento de la economía y, por tanto, la participación del retorno del capital en el ingreso nacional se incrementará constantemente, simplemente porque el ingreso por intereses crece más rápido que el ingreso recibido por la sociedad como un todo. Entonces, el gobierno debería imponer “una tasa progresiva de impuesto al capital” que suba los impuestos a los ricos. La preocupación de Piketty acerca de los ricos haciéndose más ricos es una más de una serie de pensadores como Thomas Malthus, David Ricardo y Karl Marx. Sin embargo, el progreso económico basado en el comercio ha enriquecido enormemente a gran parte de la humanidad que, además, es hoy siete veces mayor que en 1800. Y ese progreso es muy probable que continue en los próximos 50 años, lo que enriquecerá a todos en el mundo. Sin embargo, la izquierda siempre se olvida de éste, el más importante evento de los últimos dos siglos: el Gran Enriquecimiento.

 

Destrucción creativa

 

Los argumentos de Piketty están llenos de errores técnicos. Piketty no entiende cómo funcionan los mercados. Para defender su posición de hombre de izquierda, presenta una idea vaga y confusa acerca de cómo la oferta de bienes y servicios responde a aumentos en los precios. Ya en la página 6 del libro encontramos evidencia de la sorprendente falta de entendimiento económico de Piketty. En efecto, señala: “En principio, existe un simple mecanismo económico que restituye el equilibrio al proceso: el juego de la oferta y la demanda. Si la oferta de un bien es insuficiente y su precio muy alto, entonces la demanda por ese bien debería decrecer, lo que traerá consigo una disminución de su precio”. Las palabras destacadas claramente confunden el movimiento a lo largo de la curva de demanda, con los movimientos de la curva completa de demanda, un error típico de alumnos de primer año de universidad. El análisis correcto es que si el precio de un bien es “muy alto”, entonces no es el movimiento de la curva completa de demanda lo que “restaura el equilibrio”, sino una expansión de la curva de oferta. Y la curva de oferta se expande precisamente porque entran nuevos empresarios que  detectan que, a esos altos precios, están ocurriendo utilidades sobrenormales.

 

Piketty no reconoce que cada generación de inventores, emprendedores y capitalistas en general, es finalmente reemplazada por la siguiente generación que les disputa el mercado y les elimina las utilidades que ellos generaban. Sucede que, tarde o temprano, las utilidades generadas por una generación se reducen sustancialmente por una expansión de la curva de oferta en la siguiente generación. La acumulación original de capital desaparece.

 

El economista William Nordhaus ha calculado que, en la actualidad, los inventores y empresarios ganan una utilidad equivalente al 2% del valor social de sus invenciones y emprendimientos. Si usted es un Sam Walton, el 2% le confiere una gran riqueza personal por introducir los códigos de barra en los supermercados. Pero un 98% de valor, a un costo de 2%, es también un muy buen negocio para el resto de nosotros.

 

Capital humano es capital

 

Otro error técnico es que la definición de capital de Piketty no incluye al capital humano, que es propiedad de los trabajadores y que ha crecido en los países desarrollados hasta ser la principal fuente de ingreso.

 

Al parecer, la única razón por la cual Piketty excluyó el capital humano de su definición de capital, fue forzar las conclusiones que él quería obtener. Uno de los titulares del capítulo 7 señala que el “capital está siempre distribuido en forma desigual respecto del trabajo”. Pero ello no es cierto. Si incluimos el capital humano -la experiencia del obrero, las habilidades de la enfermera, el manejo de sistemas complejos por parte de un ingeniero, el entendimiento de las respuestas de la curva de oferta por parte de un economista-, son los propios trabajadores los dueños de la mayor parte del capital de una nación. Y así, el drama de la desigualdad de Piketty se cae a pedazos.

 

Finalmente, como el mismo Piketty reconoce, sus propias investigaciones sugieren que sólo en los Estados Unidos, el Reino Unido y Canadá ha aumentado la desigualdad de ingreso,  y sólo recientemente. En otras palabras, entre 1910 y 1980, los temores de Piketty no se confirmaron en ninguna parte del mundo. Tampoco, en ninguna parte del mundo antes de 1800; ni en Europa continetal ni Japón después de la Segunda Guerra Mundial; y sólo un poco, recientemente, en Estados Unidos, el Reino Unido y Canadá. La verdad es que la desigualdad de ingreso aumenta y disminuye en largos períodos desde hace muchos siglos hasta el presente, presente que tampoco muestra una persistente desigualdad.

 

¿Crecimiento o igualdad?

 

Otro problema central del libro es el aspecto ético. Piketty no reflexiona sobre si la desigualdad es mala por sí misma. El foco en la riqueza o ingreso relativo es un problema serio del libro. Lo que preocupa a Piketty es que los ricos se vuelvan más ricos, a pesar que los pobres aumenten su riqueza al mismo tiempo. Su preocupación es puramente acerca de la diferencia relativa, acerca de un vago sentimiento de envidia expresado como una proposición teórica y ética.

 

Pero nuestra verdadera preocupación debe ser elevar a los pobres a una condición digna, a un nivel donde ellos puedan vivir una vida plena en una sociedad democrática. Eticamente, no interesa si los pobres tienen el mismo número de anillos de diamante y automóviles Porshe que los dueños de hedge funds. Pero sí importa si ellos tienen las mismas oportunidades de votar o de aprender a leer o de tener una casa.

 

Sobre la base de detallados estudios de distribuciones individuales de ingreso -no entre naciones-, los economistas Xavier Sala-i-Martin y Maxim Pinkovsky, concluyen que “La pobreza está disminuyendo. Entre 1970 y 2006, la pobreza global se redujo en 75%. El porcentaje de la población que vive con menos de $ 1 dólar por día (en PPP ajustada por dólares de 2000) disminuyó de 26.8% a 5.4% en 2006”.

 

En 2013, los economistas Donald Boudreaux y Mark Perry observaron que “de acuerdo a las estadísticas de la Oficina de Análisis Económico, el gasto de los hogares en los artículo básicos de la vida moderna -alimentos, automóbiles, ropa, vivienda y muebles- cayó de 53% del ingreso disponible en 1950 a 44% en 1970 y a 32% en la actualidad”.

 

El economista Steven Horwitz resume los resultados de un estudio de Julia Isaacs respecto de la mobilidad individual entre 1969 y 2005: “el 82% de los niños del 20% de menor ingreso en 1969, tenía en 2000 una media de ingreso real el doble que la de sus padres”.

 

El Gran Enriquecimiento

 

El problema clave de Piketty es que no incorpora el evento más importante de la historia económica de la humanidad: el gran enriquecimiento de las personas en 10 veces a nivel mundial y, en los países desarrollados, en 30 veces o más. La mayoría de los seres humanos está hoy muchísimo mejor que sus antepasados.

 

¿Qué originó el gran enriquecimiento? No puede ser explicado por la acumulación de capital. Nuestras riquezas no son el resultado de acumular un ladrillo sobre otro ladrillo, o un grado universitario sobre otro grado universitario. No. Son el resultado de acumular una idea sobre otra idea.

 

El origen y las causas del mundo moderno fueron, efectivamente, éticas, no materiales. Ellas fueron la adopción casi universal de dos ideas nuevas: la economía liberal y la democracia social para todos. Estas, a su vez, liberaron la creatividad humana de sus antiguas cadenas. La destrucción creativa acumuló ideas, como los ferrocarriles que destruyeron creativamente a las diligencias, la electricidad a las lámparas de kerosene, o universidades que destruyeron creativamente a la ignorancia. El gran enriquecimiento no requirió acumular capital o explotar a los trabajadores, sino lo que yo llamo el “Negocio de la Clase Media”. En la lotería de la historia, la idea de una libertad y dignidad egalitaria era el boleto ganador, y la clase media del mundo lo ganó.

 

Aún si en el largo plazo queden algunas personas pobres, ello no significa que el sistema no funciona para los pobres, siempre en la medida que su condición continue mejorando, como ha ocurrido hasta ahora. Que algunas personas, algunas veces, mueren en los hospitales, no significa que los médicos deban ser reemplazados por brujas, en la medida en que la tasa de mortalidad disminuya. Thomas Piketty escribió un libro atrevido. Pero está equivocado.

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